El 21 de enero es el día Europeo de la mediación, y no es una fecha casual, coincide con la fecha de aprobación de la Recomendación n.º R (98)1, sobre Mediación Familiar, aprobada por el Comité de Ministros del Consejo de Europa el 21 de enero de 1998 en su 616.ª reunión como una herramienta que fomenta la comunicación entre las partes y les da la oportunidad de que encuentren por sí mismas soluciones satisfactorias para la gestión de su problema, antes de recurrir a la tradicional vía judicial.
A priori parece que “mediar” es muy sencillo, que con tener buena voluntad basta, pero esa voluntad no es suficiente. Mediar requiere una amplia formación y destreza en el uso de técnicas específicas que se van a ir sucediendo conforme avanzamos en el proceso, y es que no podemos olvidarnos que somos seres sensibles, y que el conflicto, suele activar en nosotros emociones no siempre deseadas, remover sentimientos, e influir en nuestros estados de ánimo.
Estas emociones, sentimientos y estados anímicos de naturaleza negativa suelen tener una mayor intensidad cuando el conflicto surge entre personas que han mantenido relaciones de afectividad sostenidas en el tiempo, como sucede en los conflictos de familia. Si a todo ello se añade la experiencia de la confrontación judicial, es inevitable que se añada una tensión palpable.
La persona mediadora debe ser consciente de que, si la emoción no encuentra una manera apropiada de canalizarse, más difícil será encontrar una vía de diálogo, por eso es fundamental la gestión adecuada de las emociones en los procesos de mediación, ya que permite mejorar la comunicación entre las personas mediadas, y lo que es más importante, alcanzar acuerdos y mantenerlos en el tiempo.
Además, sin ser terapia, tiene efectos terapéuticos positivos y no deja de ser una oportunidad para alcanzar el acuerdo y mejorar, al menos, la comunicación entre personas que se aproximan a la gestión del conflicto.
Asimismo, a través del procedimiento de mediación, es posible canalizar las emociones de las partes, y dependiendo el tipo de mediación, y del tipo del problema a resolver, facilitar la elaboración de un duelo, fortalecer la autoestima, o favorecer la adquisición de nuevas habilidades para resolver futuros conflictos.
Como dicen Fisher y Ury, en mediación es necesario separar a las personas de los problemas, crear un contexto nuevo, esperanzador, una nueva forma de comunicación más constructiva mediante el desarrollo de un lenguaje distinto, con el uso de los adjetivos y de las palabras oportunas. La generación de este diálogo nuevo permitirá a la persona mediadora controlar la escalada de emociones tan destructivas como la ira.
Al hablar de las emociones en mediación, no podemos dejar de tener en cuenta que la persona mediadora, atravesada también por sus experiencias, sus emociones, y las emociones que les suscita el propio conflicto, debe vigilar de forma cuidadosa sus propios sentimientos y emociones, tomando cierta distancia de lo que sucede en la sala de mediación para no dejarnos arrastrar por la sombra de los estados de ánimo y emociones proyectadas por los participantes en el proceso evitando que nuestra forma de ser, nuestros estados afectivos, nuestros sentimientos y las emociones negativas experimentadas puedan interferir sobre el proceso de mediación.
Próximamente se publicará un ebook gratuito en el que se analizarán tres técnicas que nos van a ayudar a gestionar las emociones en un proceso de mediación, junto con sus respectivos ejemplos.
Además, en nuestra web de referencia podrá encontrar una ampliación de contenidos que incluye la doctrina más relevante, la jurisprudencia más actual y una actualización de la legislación y esquemas y formularios para complementar dicha información.
¡Felices mediaciones!