La mediación es una disciplina que se nutre de diferentes ciencias, una de ellas es la Psicología.
De esta, la mediación ha tomado prestado su saber respecto al manejo de las emociones, ¿por qué?
Si una persona va a mediación es porque lo ha intentado casi todo y el problema se le está yendo de las manos. Es posible que se hayan generado en ella emociones como la ansiedad, la ira, la depresión, que, además de hacernos sentir mal anímicamente, tienen su reflejo en nuestra salud produciéndonos trastornos coronarios, alteraciones gastrointestinales, insomnio, estrés…
Aunque se ha vendido, y en algunos sectores se sigue vendiendo, que esta represión es síntoma de fortaleza, en realidad, desde el punto de vista de la salud, nos hace más débiles, pues puede elevar nuestros índices de estrés y nuestra tensión, independientemente de nuestro consumo de tabaco o alcohol, por ejemplo, y se sabe que tanto el estrés como la depresión están relacionados con el descenso de la actividad inmunológica.
A pesar de lo dicho, las emociones son beneficiosas, funcionan como si fueran señales o impulsos que nos indican lo que está sucediendo para así poder dar una respuesta que resuelva la situación. Estos estados anímicos implican una gran actividad mental y orgánica y dan velocidad a nuestro pensamiento para adaptarnos al medio, ya sea por causas externas o internas. Son, por tanto, adaptativas; baste recordar el dicho “el que no controla sus emociones es víctima de sus circunstancias”, para reconocer la importancia que tienen nuestras emociones.
Saber identificarlas y conocer qué las motiva por parte del mediador, facilitará controlarlas mejor en función de las necesidades, eligiendo la técnica más efectiva en cada momento para lograr los objetivos planteados en la mediación.
Además, el mediador tiene una ardua labor, intentando generar emociones positivas, ya que cualquier emoción es susceptible de ser contagiada, por tanto, si hemos generado un clima emocionalmente enrarecido, añadiremos obstáculos innecesarios para conseguir el acuerdo, pero si logramos crear ese ambiente positivo, lograremos que todo fluya.
No obstante, no solo es importante identificar las emociones de las partes, como mediadores debemos aprender a controlar las nuestras, permitiendo que sean aquellas las que hagan aflorar las suyas, sin etiquetarlas de exageradas o inapropiadas.
Una vez identificada, podemos regularla con una pausa o mediante la respiración, sin juzgarla, ya que esa no es nuestra labor.
Con la llamada “ventilación de las emociones” o “ventilación emocional” , que se realiza en las sesiones de mediación, se dan los primeros auxilios de la cara oculta del problema, dando una respuesta íntegra al conflicto al satisfacer la parte más jurídica y la parte más emocional. Esta es la razón por la que muchos mediadores restan importancia a la consecución de un acuerdo final, pues siempre, tras pasar por un procedimiento de mediación, se van a obtener beneficios intangibles de bienestar para los participantes y destacan su poder sanador, pacificador, y restablecedor de relaciones muy deterioradas.
Se puede realizar de varias maneras, bien sea en una reunión privada (caucus) o en una reunión conjunta, siendo el mediador quien elija el momento adecuado, de forma escrita o de forma oral.
Esta última será la que se dé de manera más habitual en un proceso de mediación, el mediador debe realizar un ejercicio de escucha activa y empática importante, además de crear un clima de confianza donde la parte se sienta libre y no juzgada, pues, además, el objetivo es que sirva de descarga para que no se convierta en un obstáculo al acuerdo futuro.
En el caso de optar por una ventilación emocional escrita, bastará con plasmar esas emociones sobre un papel, de modo que se ayuda a entender lo que nos pasa, dado que tenemos que realizar un esfuerzo para plasmar lo escrito. En este caso concreto, aunque el efecto inmediato podría ser un aumento de sentimientos negativos, a medida que vamos recordando los detalles de la disputa origen del conflicto, en los días o semanas subsiguientes tiene lugar una disminución de la negatividad y una reducción del estrés.