Acabo de recibir una llamada de un señor muy amable que dice que llama de parte de mi hermano. ¡Mi hermano!, hace ya cinco años que no se nada él. Esperaba verlo ya en el juicio. Me ha sorprendido tanto que he dicho que estaba ocupada. Que estaba ocupada y me llamase más tarde.
El señor me ha vuelto a llamar, me ha dicho que mi hermano quiere solucionar los problemas que tenemos, y cree que si asistimos a algunas sesiones de mediación podremos encontrar un acuerdo que nos guste a los dos y aunque me ha hecho mucho daño, es mi hermano, tengo que darle otra oportunidad.
Hemos quedado en dos días.
Salgo de la primera reunión. Me han dicho que es una sesión informativa, no el proceso de mediación, me han explicado como es, voluntario, confidencial, que no me van a juzgar y creo que si, que nos puede ayudar a volver a ser una familia. Es lo único que me queda ya. Aunque he de reconocer que no creo que sea tan rápido como han dicho los mediadores, nos hemos visto poco en los últimos cinco años y cada vez que lo hemos hecho hemos acabado discutiendo, es más, hoy se cortaba el ambiente con un cuchillo, y reconozco que nos hemos hablado un poco alto.
Hoy por fin hemos empezado. Ha sido mi hermano el que me ha saludado, cortés, pero distante. La sensación ha sido tan desagradable que no creo que podamos resolver lo que nos pasa.
Nos ha atendido un mediador, nos ha vuelto a explicar de forma breve en que consistía y nos ha preguntado quién quería empezar.
Mi hermano y yo nos hemos mirado de reojo, todo lo que tenía que decirle y echarle en cara y no sabía como empezar. El mediador ha sido muy agradable, ha comprendido que tenemos mucho dentro desde hace 5 años, y nos ha allanado el camino. Al final he empezado yo.
-He demandado a mi hermano porque no quiere vender la casa de mis padres, pero tampoco quiere vender su parte de la casa, quiere que yo me haga cargo de todos los gastos, y el disfrutarla 15 días al año, en verano, y yo, como comprenderá no me voy a hacer cargo de la luz, el gas, el agua, los gastos del tejado, que son 3.700€, para que vaya él, y meta a la familia de su mujer en casa, como en un hotel, pero sin poner ni un duro.
– Eso no es así y lo sabes, ahora estoy pasando por un mal momento económico, no puedo hacerme cargo de los gastos, tuve que «regalar» el bar y ahora tengo un sueldo que no me da, estoy viviendo con mi suegra, y sí, su familia se ha portado mejor que “mi” familia.
Ahí no se cómo hemos empezado a sacar todo lo que llevábamos dentro. El mediador se ha asegurado de todo lo que decíamos, no nos ha interrumpido y nos ha hecho muchas preguntas para confirmar que se había enterado, por fin he sentido que alguien me escuchaba y no pensaba que era una pesetera.
Hoy hemos tenido otra sesión de mediación. Reconozco que salí de la primera sesión en un estado de ánimo raro, por un lado, aliviada de contar lo que llevaba dentro y por otro triste al pensar por lo que me hace pasar mi hermano.
Al llegar, mi reacción con mi hermano ha sido un poco menos fría, pero sigue siendo distante. Nos ha atendido el mismo mediador, hemos recordado como fue la sesión anterior y nos ha felicitado por el trabajo hecho, dice que sabe que nos cuesta, y es verdad, esto es difícil, pero queremos hacerlo, y según el mediador, eso marcará la diferencia.
Nunca me había parado a pensar por lo que estará pasando mi hermano, siempre he pensado en los agravios que me hacía, pero no me planteé por qué, creo que he entendido muchas cosas, y se que el ha comprendido también mi postura, en varias ocasiones ha dicho “no lo sabía”. En un momento, mientras el mediador escribía en unos papeles colgados de un caballete, mi hermano me ha mirado y ha susurrado “lo siento” y yo le he sonreído. No se como el mediador se ha dado cuenta, no se le escapa nada, y hemos empezado por ahí. Al final he llorado, y mi hermano también, hemos tocado mucha fibra sensible, y han pasado cosas, pero en el fondo nos queremos y queremos arreglarlo.
Al salir, cuando el mediador ha cerrado la puerta nos hemos abrazado. Creo que no hará falta un juez.
Hoy hemos vuelto a mediación, cuando el mediador ha abierto la puerta estábamos hablando y recordando cuando encerramos a nuestra madre de pequeños y no la dejamos salir hasta que nos llevase a la fiesta.
Hemos empezado a negociar, yo pensaba que sólo había dos opciones, comprar o vender. La negociación ha sido complicada, nunca se me ha dado bien esto, y cuando me veía atascada el mediador parecía que me leía la mente y volvíamos a pensar en otras vías. Se ha ocupado de nosotros en todo momento.
Mi hermano se ha ofrecido a arreglar el tejado de la casa ¡pero si le dan miedo las alturas¡, tendremos que buscar otra idea.
Hemos tenido dolor de cabeza, y he descubierto que tengo mucha imaginación, pero creo que hemos dado con una solución que a los dos nos parece bien. Me va a vender su parte de la casa, y yo se la alquilaré un mes al año, pudiendo alquilarla como casa rural a otras personas. Cuando termine de pasar el bache económico, me recomprará su parte y se hará cargo de la parte proporcional del coste de las reparaciones, después nos haremos cargo de los gastos a medias y entonces la disfrutaremos por quincenas, los años pares elegirá el las quincenas, y los impares yo.
Creo que es una buena idea, si se la alquilo, me ayudará a sufragar gastos, y además tengo vía libre para obtener el dinero para mantenerla, y encima tampoco le obligo a desprenderse de algo que tiene tanto valor sentimental para él.
Hoy hemos quedado para firmar el acuerdo. Estaba charlando con mi hermano cuando ha venido el mediador. Le he dado mil veces las gracias, sin su ayuda no hubiera sido posible. Ver qué hacíamos con la casa era un problema, pero no hablarme con mi hermano era mucho más doloroso.
Lo hemos celebrado en la cafetería de enfrente, mientras hablábamos de estos cinco años que nos hemos perdido.
¡¡Ahh y ya no vamos a juicio!!