Tratar la violencia de género desde los datos de las estadísticas nos permite tener una cierta perspectiva del problema. Digo “cierta” porque esa visión nunca podrá ser completa cuando ese abominable estigma que padecemos se produce normalmente en el ámbito íntimo, privado, muchísimas veces sin testigos, en el seno del domicilio común de agresor y víctima o del de uno de ellos y que en un indeterminado pero elevado número de casos nunca llega a ser denunciado. Por eso las estadísticas en esta materia únicamente reflejan una parte –eso sí, muy importante- de esta lacra, la que “sale a la luz” en virtud de las denuncias, atestados, etc. o por la propia aparición de las víctimas heridas o ya fallecidas. Quiero pensar que esa parte que aflora a la superficie es cada vez mayor, especialmente porque las agredidas poco a poco van perdiendo ese miedo atávico a denunciar.
Sobre la base de esta premisa, las estadísticas ofrecen unos datos fríos y tristes, es verdad, pero también muy descriptivos y elocuentes de la situación. El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y el Consejo General del Poder Judicial, a través del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, vienen publicando con periodicidad estudios, informes y estadísticas muy interesantes, que permiten apreciar la evolución del problema, en especial desde la entrada en vigor de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, la mal llamada “Ley Integral”.
La lectura de la “Ficha Resumen – Datos Provisionales” de las “Víctimas Mortales por Violencia de Género” que emite todos los meses el aludido Ministerio, actualizada a 12 de septiembre de 2012, sinceramente me invita a ser pesimista con esa evolución del problema desde 2004 hasta hoy; el número de mujeres fallecidas entre 2004 y 2011 oscila en una horquilla de entre 76 (año 2008) y 56 (año 2009) fallecidas anuales, a una media de 67 muertes por año (casi 6 por mes). Pero lo que resulta muy preocupante es que esas cifras no parecen disminuir de un año a otro, sino que parecen mantenerse mas o menos estancadas, con pequeñas oscilaciones al alza o a la baja de un año a otro. Ello parece evidenciar que si atendemos exclusivamente a los números de las mujeres fallecidas no están produciéndose avances. Al menos en lo que llevamos de 2012, a 12 de septiembre, las mujeres fallecidas son 33, siete menos que el año pasado y 15 menos que hace dos años por estas mismas fechas. Bueno, parece que es una pequeña luz de optimismo dentro de la insensibilidad de los números.
Una perspectiva mas positiva nos la ofrecen los “Datos –estadísticos- de denuncias, procedimientos penales y civiles registrados, órdenes de protección solicitadas en los Juzgados de Violencia sobre la Mujer y sentencias dictadas por los órganos jurisdiccionales en esta materia” que, entre otros documentos, viene publicando con periodicidad trimestral el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del CGPJ, datos que se desglosan por Tribunales Superiores de Justicia, provincias y partidos judiciales, y que finalmente el citado organismo resume en un boletín anual. Los datos que ofrecen estas estadísticas sobre la parte visible del “iceberg”, que es la que pasa por nuestros departamentos policiales y órganos judiciales, son enormemente interesantes, muy descriptivas y como indica el propio Observatorio sirven para proponer reformas legislativas y para mejorar el funcionamiento de nuestros Juzgados y Tribunales.
Según manifestó la Presidenta del Observatorio a los cinco años de funcionamiento de la Ley de 2004, el balance es muy positivo. Es evidente que nuestro sistema judicial ha mejorado su protección a las víctimas y su respuesta frente al agresor es mas eficaz, al haber sido dotado de mecanismos procesales (por ejemplo, la orden de protección, con medidas penales y civiles) y mecánicos (por ejemplo, las llamadas “pulseras”) con los que antes no contaba. Pero por supuesto todo es mejorable, máxime cuando contamos con la experiencia de casi siete años desde su entrada en vigor.
La eficacia judicial de la Ley, evidenciada en los datos estadísticos que publica el Observatorio, contrasta sobremanera con que no se está logrando disminuir, no digo ya cortar, el número de fallecidas anuales a causa de la violencia de género, que se recogen en las fichas mensuales publicadas por el Ministerio.
Los expertos dicen que es un problema de educación en los valores de igualdad entre el hombre y la mujer que precisa un cambio de mentalidad social ¿Cuántas generaciones harán falta para que cuajen esos cambios educativos y sociales? Me encantaría ser optimista.