10.º cumpleaños de la Ley contra la Violencia de Género: ¿qué necesita para su adolescencia?

La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, cumple ahora 10 años.

Me imagino a una niña de 10 años que, desde que nació, se esperaba mucho de ella, como esos bebés que nacen para solucionar los problemas de una familia: unos padres mal avenidos, una tragedia previa. Tan pequeña, aún sin saber qué hacer en este mundo, deseando jugar y crecer, pero con unas expectativas tan altas.

Esta niña primero tenía que aprender a hablar, a explicarnos a qué había venido y para qué. Ese aprender a hablar ha sido un trabajo de visibilización de la violencia de género, para que todos sepamos que vive al otro lado de la puerta, cuando no dentro de casa. Que la podemos oír llorar por las noches, arañar la pared, o es, quizá, el monstruo que vive bajo nuestra cama. Si leemos los datos que ya analizamos en un post anterior de este blog, en relación con la Encuesta sobre la violencia contra las mujeres en el ámbito de la Unión Europea, un 33 % de las mujeres ha sufrido al menos una vez en la vida una situación de violencia de género.

La niña también ha tenido que aprender a caminar y ahí están las miles de denuncias, órdenes de protección, medidas aplicadas, sentencias condenatorias, penas de alejamiento. Y a relacionarse, porque es una Ley basada en la relación, en el trabajo en equipo, en la multidisciplinariedad.

Ha ido al colegio, también, la pequeña. Los profesionales relacionados con los servicios contra la violencia de género han recibido formación, primero para eliminar los estereotipos sexistas, después para tratar a las víctimas, porque la entrada de una víctima en el engranaje tiene que ser muy cuidada por los profesionales, dada la dificultad de que estas denuncien a los agresores y puedan salir del círculo de violencia en el que están metidas.

Esta niña tiene padrinos, afortunadamente: los Fiscales contra la Violencia de Género, que velan por ella en las noches de fiebre, a levantarse después de los resbalones, que la ayudan a crecer, llamando la atención sobre los puntos a mejorar, sobre los lugares donde tiene que hacerse mayor.

Y tiene una casa también donde acudir, que se creó expresamente para ella, los Juzgados especializados de Violencia contra la Mujer, además de alguien que vigila su evolución: el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial.

No quiero dejar fuera a nadie, esta niña ha venido muy acompañada: el sistema sanitario, las casas de acogida, los protocolos sanitarios, las ayudas económicas, las modificaciones en la normativa de extranjería y laboral, los programas educativos, el tratamiento de agresores, las líneas telefónicas de atención y protección a las víctimas, etc.

Pienso que si miramos así la Ley, como alguien que está creciendo, que se está formando, que tiene fuerza, pero puede madurar y avanzar, quizá nos parezca menos difícil pensar en que las cifras no hablan de mejoría. Casi se podría decir que estamos en pañales y no solo en España, en Europa la situación es aún peor, y no digamos en otros países en que existe una cultura arraigada de inferioridad o nulidad de la mujer que no tiene todavía visos de desaparecer.

En estos 10 años, poner en marcha el engranaje educativo, de protección, asistencial y punitivo ha supuesto bastante trabajo. Especialmente coordinar todas las medidas para que no fallen; pero sí fallan y hay mujeres que han muerto pese a haber puesto denuncia, pese a haber solicitado una orden de protección que o bien les ha sido denegada o bien ha llegado tarde. Lo que no sabemos es cuántas mujeres se han salvado de morir a manos de sus agresores, pero seguro que la cifra hubiera sido mucho peor.

Creo que hay que mirar hacia delante, pese al panorama de crisis, no se debería recortar el presupuesto ahora para luchar contra la violencia de género, porque aún hay muchos escollos que salvar.

Así lo expone Amnistía Internacional, en una noticia al respecto de los 10 años de la Ley habla de la necesidad de una implementación efectiva, de paliar los vacíos legales, de eliminar la creencia de la denuncia falsa que es un porcentaje mínimo, de garantizar la especialización del personal judicial y asegurar que el proyecto del Estatuto de la Víctima aborda de forma adecuada el problema y mejora su protección y reparación.

Teresa Peramato, Fiscal adscrita a la Fiscalía de Sala contra la Violencia sobre la Mujer, en el artículo “Diez años de la Ley Integral. Objetivos conseguidos y retos pendientes tras la ratificación del Convenio de Estambul y a la luz de otros documentos internacionales”  nos recuerda la dificultad que supone la educación dentro de las propias familias, que mantienen estereotipos de género, así como destaca, como uno de los principales problemas en la protección a las víctimas, la dispensa de la obligación a declarar a la que se acogen estas después de haber tenido el valor de denunciar una primera vez, y que, en muchas ocasiones, provoca sobreseimientos o sentencias absolutorias por falta de prueba. Apunta, también, la dificultad de recoger datos estadísticos por la falta de homogeneidad de conceptos en cuanto a la violencia de género. Y, sobre todo, hace hincapié en la necesidad de la denuncia por cualquiera que tenga conocimiento de un caso de violencia de género.

Pensemos que el techo de esta Ley es la erradicación de la violencia de género, como lo es para el Código Penal acabar con la delincuencia. Que no nos haga decaer el hecho de que esta no haya cesado, pero que tampoco bajemos la guardia. Hay que continuar trabajando desde todos los campos para fortalecer esta Ley —o las que la sigan— y conseguir eliminar esta lacra social.

Creo que hoy, 10 años después, hay que felicitar por la implantación de la Ley en la medida de lo que ha sido posible y no dejar de trabajar para conseguir eliminar la violencia, en cualquiera de sus formas.